
Llegué a Stuttgart porque ahí había vuelos directos a Turquía. No tenía ningún interés especial en la ciudad y, a decir la verdad, parece que los alemanes tampoco.
«En Stuttgart no hay mucha gente que use las biciletas», me contaba una alemana que conocí ahí, como resignándose. Stuttgart es una ciudad hecha por y para los autos. De ahí vienen marcas como Mercedes-Benz y Porsche. Cada una de estas marcas tiene su museo y son la principal atracción turística de la ciudad. Como me interesan tanto los autos, no fui a ninguno.
Como si fuera un Cusco del imperio del automóvil, la ciudad queda encerrada entre montañas que hacen que se genere un microclima. «La olla» dicen que la llaman los alemanes, y por eso la gente huye en verano. No hay mar ni hay escape del hormigón y los autos, en ese encierro natural creado por las montañas.
La ciudad industrial, sin embargo, lejos está de ser la Carlitos Marx. La ciudadanía de Stuttgart tiene sus aires de grandeza y no come panchos con birra como el resto de Europa. Stuttgart prefiere los edificios vidriados de oficinas y la comida trendy, mezclados con los miles de inmigrantes que le dan ese toque de contemporaneidad.
Los límites de Stuttgart los pone la naturaleza, porque por más autos que hagan y edificios modernos que construyan, las montañas siguen ahí, recordándoles que la humanidad llega hasta donde se asume parte de la naturaleza. Es curioso ver cómo los viñedos y las casitas en la montaña están pegados junto a los grandes proyectos arquitectónicos de la modernidad. Como si las prácticas más antiguas vieran desde arriba jugar al hombre con su tecnología, con la sabiduría de que las montañas siempre seguirán ahí. A pesar de los hombres, a pesar de las locuras y caprichos momentáneos de sus habitantes.
Este texto es corto. Y termina de forma caprichosa. Como la ciudad misma.
* * *
Comparto algunas fotos que saqué. Para agrandar las imágenes, hacé click en ellas.
En la ciudd no abundan los graffitis como en otros lados ed alemania, pero una vez cada mil aparecen buenos murales como este.
Edificios muy alemanes, en una de las plazas de la ciudad.
La casa de la literatura, supongo que es. Pero se parece a un café.
Acá hay gente enterrada. Cementerios le llaman. Pero se parecía mucho a un parque.
Una avenida de por ahí.
Un viñedo sobre la montaña, atrás de un edificio de oficinas.
Oficcinas, oficinas, oficinas.
La biblioteca de Stuttgart, el cubito en la foto, es un edificio bastante interesante.
Entre los edificios de oficinas también hay shoppings, para no desentonar con el siglo 21.
Frente a la biblioteca hay un seudo parque con una fuente y una hamaca.
Fuente fuera de la biblioteca.
Desde la azotea de la biblioteca se puede ver la ciudad, sus edificios, viñedos y casitas en la montaña.
En esta foto se puede ver el contraste entre los modernos edificios y las casitas en la montaña.
El Mittlerer Schlossgarten es un parque que queda en medio de la ciudad, corto pero largo, que atravieza gran parte de la ciudad.
En el parque también hay cafés y lugares para descansar.
Algunos también lo usan para descansar pero aparentemente les da pudor estropear el césped.
El centro mismo de la ciudad es la estación de trenes, que tiene una torre con el logo de Mercedes-Benz.
De la central de trenes nacce la peatonal céntrica de la ciudad: Königstraße.
En esa calle están las tiendas más importantes de la ciudad, y es uno de los pocos lugares donde se ven turistas.
Esta fuente está en esa calle. No dice nada, pero es que tampoco hay mucho.
El Königsbau Passagen es uno de los centros comerciales más tradicionales de la ciudad.
El castillo nuevo de Stuttgart es uno de los edificios emblemáticos pero ni idea qué hay ahí.
En el centro de la ciudad está lleno de edificios antiguos, devenidos en museos o edificios gubernamentales.
La Stiftskirche Stuttgart es otra de las iglesias antiguas en el centro de Stuttgart.
En el mercado central se puede encontrar un poco de todo, aunque no tanta fruta y verdura fresca, como uno esperaría. Acá una linda variedad de tés.
Las fruterías en el mercado central son de esas que tienen frutas todas perfectitas, y que se venden a precios también un poco caritos.
No sé que será pero supongo que el mercado cumplía 100 años. ¡Feliz cumpleaños, mercado!
Los edificios con techito de teja puntiagudo son típicos de Alemania.
Acá otro ejemplo de la arquitectura antigua.
Más torres primaverales.
Sobre la c¡plaza del ayuntamiento (Rathaus) puntaron estas casitas todas de colores. Típica espontaneidad programada alemana. Pero qué lindo queda.
La Schlossplatz está en el centro de la ciudad. Ahí va la gente a echarse en el pasto, pero también van los artistas callejeros, que se juntan con los oficinistas y la gente que va de compras a las tiendas de por ahí.
La arquitectura alemana tiene una obsesión geométrica que me encanta.
Para sacarle foto a los amigos había que darles plata, pero estaban tan concentrados que no se dieron cuenta. Además leí el cartel cuando me estaba yendo. Mala suerte, la próxima será.
Esta iglesia católica, como no la usa nadie, cuando no hay misa se usa para eventos culturales como conciertos y festivales. Afuera tiene una cartelera con el programa y todo. Y sí, los espectáculos se hacen adentro. Cosas extrañas que pasan solo en Alemania.
Otra calle de por ahí con edificios lindos.
Esta galería me dijeron que hace poco estaba abandonada, y por una iniciativa de un grupo de gente empezó a funcionar como galería con tiendas medio hipsters. Pero como era un programa piloto, va a desaparecer en breve.
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