Sí. Estambul no es la capital de Turquía. Nunca lo fue. Lo era en el Imperio Otomano, pero no en el Imperio Atatürkiano de lo que ellos llaman la «Turquía Moderna». Es decir, Turquía, porque en realidad no hubo ni una Turquía antigua ni hay una Turquía posmoderna.
Ankara está en el centro del país y fue elegida durante la revolución de independencia como la capital del nuevo país que estaba naciendo. Los dos motivos principales son los mismos que hicieron de Madrid la capital española: por temas de defensa (llegar al medio del país ta complicado), y por temas de demagogia, de estar a la misma distancia de todos. En el caso de Ankara, además, porque en Estambul estaba el sultán, que por aquellas época ya nadie le daba pelota y todos los imperios querían quedarse con ella.
Como toda capital, Ankara es un constructo. Es decir, tiene problemas de soberbia y de identidad. Todo lo que hace tiene que ser monumental, y toda identidad debe ser nacionalistas. Porque es la capital. El centro del centro. En este caso con el agregado del elefante en el salón de Estambul, a la que poco le asusta los caprichos de grandeza de Ankara.
La ciudad te quiere hacer creer que es importante. Pero nadie importante hay ahí. Sólo edificios y la importancia que da la burocracia. Es el la burocracia exhibiendo sus papelitos de colores, su distancia de la realidad y su medida en la que los humanos poco importan.
Los relojes son un monumento frecuente en la ciudad. Una ciudad que te persona a ser productivo, puntual, y facturar a tiempo. El reloj como fraccionamiento de la vida humana, de la vida utilitaria. Que te espera en cada esquina y te recuerdas que no hay tiempo para estar en la ciudad sin preocuparse por el tiempo.

Los relojes están en varias de las esquinas principals de la ciudad. Parecen más monumentos al reloj que un instrumento de medición del tiempo. Donde uno espera esculturas u obras de arte, le espera un reloj. Hay que facturar, no llegues tarde.
Los peatones y las bicis no son bienvenidas. Hippies out. Para cruzar una acera siempre hay un cantero con rejas y pasos de nivel. De esos que uno nunca cruza. Porque el que los inventó seguro anda en auto y no se dio cuenta que ni en pedo te subo una escalera de 10m para cruzar la calle.
Ankara es de esas ciudades en las que parece que no vivieran personas sino autos. Que para ir de aquí allá las distancias son enormes pero en el medio no hay nada. Que la escala humana no importa, porque hay que mostrar la grandeza de la nación y la omnipotencia free la burocracia, no la calidez del pueblo o la creatividad del arte.
Como buena capital demagoga, la turca suprime su rica identidad local para construir esa masa espantosa nacionalista de subculturas que termina en la nada. Porque la cultura de la nación es una, así como el Parlamento es uno y el presidente es uno. Mentira. Y evidente. Pero no intentarlo sería antipatriota. Y entonces lo que realmente tiene valor queda suprimido en el insípido nacionalismo.
Los policías de la capital te esperan con la metralleta en mano en todas las esquinas. Como si eso me fuera a dar más seguridad, en lugar de darme más ganas de irme. Se ve que de verdad están aprendiendo de Europa. Al Parlamento, como es la casa del pueblo, no te dejan entrar ni al jardín. Cuando pasé por ahí, era fin de semana y no había nadie. El único ser que apareció era un señor cara de malo y gorra que me observaba, con pésimo acting de transeúnte casual. Pica la inteligencia turca. Suertempila, valor. Tomá un Oscar.
Decir que Ankara es una ciudad aburrida es un lugar común. Sobre todo el logo que le hicieron a la ciudad, que es una sonrisa y que, otra vez, es una mentira a todas luces. Porque entre decir que una ciudad es aburrida y decir que es Disney World hay algunos matices. Ankara no es una ciudad aburrida, pero tampoco es una ciudad divertida. Ankara es una ciudad capital, con todos los problemas de personalidad que ello conlleva. Pero como para los autos no hay psicólogo, la única forma escapar es escapando.
Interesantes reflexiones sobre Ankara. Mil gracias.Un abrazo .
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