Interior de la biblioteca de la Universidad Tecnológica de Delft, considerada una de las más lindas del mundo.

Delft es una pequeña ciudad holandesa entre Rotterdam y La Haya, al sur de Holanda. No es muy conocida, pero es una ciudad hermosa. Antigua, pero conservada y original. No tan contaminada por la modernidad ni los turistas y esnobs que copan la capital holandesa.

Llegué ahí por un tipito de Couchsurfing que me ofreció quedarme con él mientras visitaba Rotterdam. Al final no me quedé con él, pero como quedé en encontrarnos, me mandé hasta ahí. Total, en Holanda todo queda cerca de todo. Le comenté a los que me hospedaron en Ámsterdam y en Rotterdam que iba a ir a Delft y ambos me dijeron que era hermosa, que era como «Ámsterdam pero de verdad». Y tenían razón. Delft es una ciudad pequeña pero encantadora.

Al igual que Ámsterdam, tiene canales, puentecitos y casitas viejas. Pero a diferencia de Ámsterdam, es tranquila, pequeña y son muchos turistas. El centro de la ciudad parece conservarse desde hace trescientos años, con pequeñas iglesias holandesas, chiquitas pero puntiagudas, pasadizos que conectan los canales y una luz tenue por la noche que los ilumina.

La tranquilidad es absoluta. De ciudad del interior. Pero con edificios hermosos y callecitas de adoquines. Por supuesto, cerca del centro la magia se va perdiendo y la modernidad se va haciendo presente, pero el cetro alcanza para sentirse en un lugar especial.

A la ciudad la descubrí tarde y la ví solo en la noche. Pero en realidad creo que no lleva más tiempo que eso, y que vivir ahí, como en cualquier pueblo del interior debe ser un poco aburrido. Pero no importa. Me robé una noche.