Los países son como personas, dice Hernán Casciari. Y Macedonia es un nene de tres años, que no sólo hace cualquier cagada y se cree súperman, sino que además recibió una herencia millonaria que despilfarra en casitas de playmobil.
Llegué en la noche a Skopie, a la estación de buses/tren, un poco más turca que europea, en esa sociedad que se zigzaguea entre el europeísmo del que está rodeado, el imperio otomano que los dominó durante siglos y el comunismo que los encerró durante la guerra fría.
Ahí me encontré con Ana, mi amiga couchsurfer que me alojó en su residencia estilo barrio jardín, simple, funcional y de un comunista hormigón que es el tipo de vivienda más se ve en la tranquila ciudad de Skopie. Nos subimos a su auto y partimos.
Cuando pasamos por el centro, ví de lejos una especie del arco del triunfo chico iluminado. Me parecía raro un arco del triunfo ahí. Ni para el imperio romano ni para Napoleón ni nada que tenga que ver con ese tipo de construcción Macedonia había sido un punto importante hasta donde sabía, pero igual como complemento dije: «Qué lindo ese edificio. ¿Qué es?». » Bueno, en realidad no es tan lindo», me respondió.
Clases básicas de nacionalismos
En este momento Macedonia esta gobernado por un partido de derecha nacionalista hace nueve años. Suena raro que un país tan nuevo sea nacionalista, pero así de raro y así de absurdo es, y eso se puede ver a la ciudad. El gobierno quiere hacer creer que los Macedonios existieron desde siempre, que tienen su propia historia independiente de cualquier otro pueblo y evento, y quieren olvidar su propia historia.
La ciudad, ahora, se esta llenando de edificios hechos de símil mármol barato, con estatuas grandilocuentes y homenajes a héroes inexistentes. El arco del triunfo es muestra de ello. Un arco del derroche, más que del triunfo.
Además, junto con este montón de edificios se están construyendo nuevas iglesias ortodoxas. Porque el Macedonio posta, ese que siempre existió y nació de la nada, es cristiano ortodoxo. Como si el 30% de los musulmanes que ahí no fueran macedonios.
El barrio turco, con su mercado y sus mezquitas, de hecho, es uno de los lugares más lindos de la ciudad y con más personalidad, pero parece que como no es tan macedonio el gobierno no le da mucha bola. Varios de los lugares de la época otomana están sin mantenimiento.
El fuerte de la ciudad puede ser visitado por los turistas sin costo. Está sobre la cima de la ciudad, tras el barrio turco. Sin embargo, hoy, solo cuenta con un policía en la entrada y eso es todo. Adentro, un lugar abandonado. Pasto de un metro de largo, caminos sin salida, puertas cerradas, chapas cortando el paso, graffities por todos lados, restoranes y museos abandonados, vidrio picado y basura son las principales atracciones de este lugar histórico. Ideal para Banksy.
En similar situación están varios de los museos y lugares importantes de la zona, que no tienen la mínima atención de un gobierno que quiere construir un nuevo nacionalismo apostando más a la imaginación que al honrar quienes realmente son.
El gobierno que todos aman
El contraste entre los edificios neoclásicos baratos y la realidad Macedonia es constante, con pobres en la calle y una cultura en el olvido selectivo. Los caprichos del gobierno y el enojo del pueblo son evidentes.
Frente a el palacio de gobierno hoy la calle está cerrada por un campamento de manifestantes. Palacio de gobierno que antes tenia una arquitectura moderna de la época comunista y ahora luce los precisos símil mármoles de Mr Bricolage con estatuas de uno vaya a saber quién y decenas de banderas del país (el «ventilador ese», como le gusta decir a una macedonia que conocí en Serbia y a la que no le gusta mucho la bandera que eligieron para su país).
Cuando pregunté por qué no se hacían elecciones anticipadas para salir de la crisis política en la que está el país, me respondieron que el padrón de votación no es confiable y es muy fácil hacer fraude.
Mientras estuve en Skopie tuve la suerte de ir a la exhibición de un documental de Nick Cave en la facultad de Bellas Artes. Estuvo organizado por la embajada de Alemania, que además llevó al director de ese documental. Antes de mostrar su película habló, agradeció por la invitación y dijo que sí, que Macedonia debería hacer una revolución. No conozco tanto al país, pero con lo poco que conozco y viendo las calles, difícil no coincidir.