
Cesta con la que se cosecha la mastiha en el Museo de la Mastiha, en Quíos.
El nombre de la isla griega de Quíos en turco es «Sakız adası», que significa «la isla del chicle» o «la isla de la goma de mascar». La mastiha de Quíos es una resina que se usa como masticable desde hace siglos y que es el producto más tipico de la isla.
Antes de llegar no tenía mucha idea de qué era ese «mastic». Sabía que era el producto principal de Quíos pero jamás había probado algo así y no se me ocurría qué gusto podría tener o para qué lo podrían utilizar. Mi experiencia con los chicles se restringía a los que venden en todo el mundo, de esos con sabores que no tengo ni idea de cómo los hacen. Probar cómo es la mastiha era toda una novedad. Me daba curiosidad saber cuál es el sabor un chicle «natural».

Ejemplo de piedras de mastiha.
La mastiha se produce en tres diferentes tamaños. O, mejor dicho, se divide en tres tamaños: pequeño, mediano y grande. La resina del árbol de la mastiha cuando se seca forma unas piedras blancas con un tono amarillo que tienen diferentes formas y tamaños. Los locales dicen que son las «lágrimas» de Quíos, porque es una resina que cae lentamente y forma cristales con forma de gotas. Cuando se secan y caen al piso es cuando se cosechan. Esas piedritas luego se limpian y se clasifican porque cada tamaño tiene un uso diferente.

El árbol del que se extrae la resina demora decenas de años en alcanzar su máximo de producción.
En las tiendas de Quíos donde venden productos de mastiha se puede ver la cantidad de cosas que hacen con ella, como todo producto local y tradicional al cual se le empiezan a atribuir propiedades cuasi mágicas. Entre la variedad de cosas que se pueden encontrar hay aguas, jabones, aceites, cremas, licores y, por supuesto, chicles hechos con esta resina. También se puede conseguir la mastiha original para hacerlos de forma casera o simplemente masticarla.
Lo que se hace es moler la mastiha para que quede hecha un polvillo que después se agrega a la preparación de lo que se quiera hacer, como agua, licor o café. Para usarla como chicle el método es más sencillo: se tomen tres o cuatro piedras grandes y directamente se mascan.

La mastiha solo se produce en las áridas montañas del sur de la isla de Quíos.
El sabor de la mastiha, como es de esperar, es el sabor a resina de árbol. Jamás chupe la resina de un árbol (ya bastante asqueroso me parece el pegote que deja), pero es muy similar al olor que tiene en general la resina de los árboles que me ha tocado oler.
Pero la magia también viene de la textura. Al ponerse la mastiha en la boca y darle las primeras mordidas, la sensación es que las piedritas se pulvorizan. A medida que se sigue masticando, las piedras y el polvo se van humedecido con la saliva, que va mezclando toda esa extraña mezcla. Después de las primeras masticadas iniciales, empieza a agarrar una consistencia parecida a la de un chicle.
La diferencia con un chicle tradicional es que la mastiha nunca deja de ser una piedra. Tal vez una piedra blanda. Pero tiene una consistencia mucho más dura, como si fuera un chicle normal masticado por horas y más seco. Suena asqueroso, lo sé, pero a mi no me pareció tanto.

La mastiha se agrega a varios productos para darle su sabor característicos, como al café.
Es simplemente una piedra blanca que cambia su forma con cada masticada. Esa es su magia.
La mastiha es tan característica de Quíos que incluso hay un gran museo dedicado a ella. Fue construído recientemente por la asociación de productores de mastiha. Ahí se puede ver la historia de este producto que es patrimonio de la humanidad según la Unesco y un producto con denominación de origen, su método de producción y la historia de su fábricación en la Grecia moderna.

Paquete de mastiha en el Museo de la Mastiha.
El proceso de producción de la mastiha es bastante largo. La cosecha se hace todos los años en verano, pero en realidad los árboles no dan demasiada resina y solo dan el dichoso producto en el lado sur de la isla de Quíos. Eso hace que el precio de la mastiha sea bastante elevado para ser simplemente un chicle (5€ un paquete pequeño), pero vale la pena probar. A mi, al menos, me gustó.