
Una joven toma una limonada en Home Café, ubicado en la zona controlada por las Naciones Unidas.
La noche de primavera parece una más. Las charlas de bar, también. El ambiente es relajado y se presta a conocer gente nueva. Entre vinos y cervezas, una banda toca covers de música pop que disfrutan los asistentes de diferentes lugares de la isla. La escena no parece nada especial para ser un viernes a la noche. Pero esta fiesta es en tierra de nadie, y los encargados de seguridad son cascos azules de las Naciones Unidas que vigilan la escena de cerca.
La isla de Chipre, independiente desde 1960, se encuentra dividida en dos. Su capital, Nicosia, es la última ciudad de Europa partida al medio. Es la capital de la República de Chipre, el estado reconocido por la comunidad internacional e integrante de la Unión europea, pero también es la capital de la República Turca de Chipre del Norte, un estado que se declaró independiente en 1983 pero que solo es reconocido por Turquía, que además tiene un gran contingente militar desde 1974.

Puesto de ingreso a Chipre del Norte, con un cartel que dice en inglés «Chipre del Norte POR SIEMPRE».
“Yo nací del lado sur con Nicosia dividida y para mí es normal que sea así. Pero cuando lo pienso, no es normal”, dice Giorgios a un turcochipriota que acaba de conocer en la fiesta organizada por Home For Cooperation, una ONG que tiene como fin unir a las dos comunidades, y que tiene montada su sede en la zona controlada por las Naciones Unidas que separa a Chipre del Norte de la República de Chipre.
Desde que el general británico Peter Young trazó con un lápiz la línea que dividiría al norte de Chipre del sur, para evitar enfrentamientos, la isla ha quedado dividida. Esa línea es conocida como la Línea Verde y hoy, más de cincuenta años después, sigue intacta como una zona desmilitarizada para evitar enfrentamientos entre turcos y griegos.
Sin embargo, de línea tiene poco. En algunos lugares la separación entre las dos repúblicas es de un metro y en otros es de varios kilómetros. Dentro de la línea verde han quedado atrapados barrios enteros, aeropuertos e incluso ciudades.
Ese es el caso de Varosha, un balneario al este de la isla. Antes de la separación, Varosha era la ciudad más popular de la isla, con enormes edificios, lujosos hoteles, iglesias y todo tipo de edificaciones. Hoy, Varosha es una ciudad fantasma bajo el control de la armada turca. Desde la ciudad de Famagusta se puede apreciar en el horizonte las paradisíacas playas con la ciudad fantasma de fondo. Una advertencia de “no pasar” en los alambres de púa y varios carteles en seis idiomas diferentes alertan que está prohibido sacar fotos, pero la curiosidad de los presentes -y la ausencia de militares- invita y son varias las personas que se acercan a observar la escena y capturar esa postal con sus celulares.

Una turista observa desde el lado turco la ciudad fantasma de Varosha.
En Nicosia la línea verde es más estrecha, con espacios en que las fronteras se ven frente a frente. En el medio algunas casas abandonadas son testimonio de la guerra. Del lado sur, incluso, la situación está tan normalizada que se puede ver cafés y restoranes que limitan con puestos militares, alambres de púa y bolsas de arena. Dentro de la línea verde también está el Ledra Palace Hotel, uno de los lugares donde residen los cascos azules que hasta antes de la división era el hotel más lujoso de la ciudad y que con la ocupación turca en 1974 quedó atrapado en tierra de nadie.

El café de la ONG Home For Cooperation queda en la zona controlada por la ONU en Nicosia, para que las personas de ambos lados puedan encontrarse.
Frente a este hotel está Home For Cooperation, que desde 2011 tiene en su planta baja a The Home Café, un café que abre todos los días para quien quiera disfrutar de un trago o unirse a las diversas actividades que allí se ofrecen que van desde cursos de inglés, griego y turco, hasta clases de tango y tai-chi. Su objetivo es buscar que gente de ambas comunidades chipriotas se encuentren a través de actividades en común. “Tal vez su objetivo no es conocer al otro, es divertirse, hacer una exhibición o participar de un evento, pero después terminan conociendo a las personas que no conocían del otro lado de la frontera”, dice Hayriye Rüzgar, integrante de esta ONG.
A pesar de que las tensiones han bajado -desde 1996 no hay enfrentamientos-, y que se puede cruzar la frontera desde el año 2003, las comunidades grecochipriotas y turcochipriotas no han logrado una reunificación. Y las diferencias de un lado y el otro de la frontera van más allá del idioma oficial.
Del lado griego, no hay cadena internacional que esté ausente y el lujo no es una excepción. Por las calles de Nicosia abundan los puestos de comida griega y los cafés. Sin embargo, a pocas cuadras de allí la realidad es diferente: las marcas internacionales son reemplazadas por otras de similar nombre que llenan el vacío -las grandes corporaciones no ingresan por las sanciones que recibirían-, el roaming de los teléfonos no funciona y conseguir carne de cerdo parece imposible. La plaza donde se encuentra la Columna Veneciana, uno de los íconos de la capital chipriota durante siglos, hoy se llama “Plaza Atatürk”, y tiene a pocos metros, sobre la terraza de un edificio, la foto del héroe nacional turco mirando hacia el cielo.
Los datos económicos también respaldan esa división. El PIB per cápita de la República de Chipre en 2013 era de 25 mil dólares, mientras que para el norte ese mismo número era poco más de la mitad, aunque hay quienes dicen que los datos de la república del norte no son confiables, por lo que la diferencia podría ser aún mayor.

Puesto de guardia militar del lado griego en Nicosia, con las banderas de Chipre y Grecia junto a un vehículo militar.
“Con el paso de los años las diferencias son cada vez más marcadas. Cuando ves una bandera en Chipre del Norte siempre hay una bandera de Turquía junto a ella. Y lo mismo sucede en el sur con la bandera de Grecia. Y estos países se supone que eran los garantes de la República de Chipre”, dice Hayriye en referencia al tratado que le dio la independencia a Chipre de la ocupación británica en 1960. En ese entonces, los garantes del proceso eran Turquía y Grecia. Esos mismos países son los que se han encargado de fomentar durante más de cuarenta años el nacionalismo griego o turco de uno y otro lado de la frontera.

Mujer con el pelo tapado observa desde un parque del lado turco una calle del lado griego de Nicosia.
“Yo no creo que las negociaciones prosperen. En julio -cuando se espera que concluyan-, nadie sabe qué va a pasar, si van a querer anexar a Chipre del Norte a Turquía como una provincia o qué”, dice Alex, un diplomático holandés mientras ve desde la terraza de su lujoso apartamento en el lado sur la bandera de Turquía en las montañas de Chipre del Norte. La bandera, que además tiene en turco la frase de Atatürk utilizada por los militares “Qué felicidad quien dice «soy turco»”, puede ser vista con claridad desde la parte sur de Nicosia. Por las noches, además, se enciende. Los turcochipriotas lo ven como una provocación de quienes ven como ocupantes de una tierra que les pertenece.
Las negociaciones por la reunificaciones son tan antiguas que los chipriotas tampoco parecen muy positivos al respecto. En 2004 se llevó a cabo un referéndum en ambos lados de la isla para aprobar el Plan Annan, un proceso de reunificación creado por el entonces Secretario General de las Naciones Unidas y apoyada por la Unión Europea. El 65% de los turcochipriotas apoyaron la reunificación, pero el resultado del otro lado de la línea verde no fue el mismo y el acuerdo fracasó: 75% de los grecochipriotas votaron en contra.

Café en el mercado de Nicosia con un retrato del héroe nacional de Turquía, Mustafa Kemal Atatürk.
La presencia militar de Turquía en el norte y las propiedades que han quedado atrapadas en uno u otro lado de la isla son las principales trabas para una eventual reunificación. Del lado sur, las propiedades turcochipriotas en general están abandonadas o son alquiladas a bajos precios, a sabiendas de que eventualmente alguien las reclamará. Pero en el norte no han tenido la misma cautela. Ciudades enteras que se saben eran casi en su totalidad grecochipriotas han sido ocupadas por los turcos e incluso han llevado adelante grandes proyectos inmobiliarios en territorios que son reclamados por sus propietarios.

The Home Café busca acercar a las dos comunidades con actividades y eventos que sirvan de excusa para acercarse.
Sin embargo, a pesar de que no ha habido enfrentamientos durante años, las actos de odio siguen existiendo de manera aislada. Yuzuf, un turcochipriota que vive en Londres pero que está en la fiesta organizada por Home For Cooperation cuenta que una vez, paseando por el lado greigo de Nicosia, le prohibieron la entrada a él y a dos amigos turcochipriotas a una iglesia ortodoxa cuando la encargada del lugar notó que estaban hablando turco.
Son el tipo de eventos que quieren tratar de evitar con las actividades en ese café. “Las fronteras están abiertas desde 2003, pero no podemos decir que estas comunidades se conocen. Hay personas que se rehusan a cruzar, a mostrar sus pasaportes. Entonces para venir acá no precisan mostrar el pasaporte, porque no tienen que cruzar la frontera. Pueden conocer a «el otro+» pero de una manera cómoda, sin sentirse agredidos o sentir que no están en un lugar que no es el suyo», dice Hayriye Rüzgar.
Ante la pregunta de si el café que venden en el lugar es turco o griego responde, entre risas, “chipriota”. Es que lo que ella vive a diario en el café, en donde interactúa a con gente de ambas comunidades, no es lo que vive la mayoría de las personas de ambos lados, pero es el que cree que era el sentimiento general de la población antes de la división. “En mi familia -de origen turcochipriota- nunca me contaron historias de guerra o sucesos que nos hicieran tener miedo de los griegos. Siempre nos hablaron de ellos como amigos, como vecinos, como gente valiosa. Mi abuela siempre me decía que los problemas en realidad fueron entre las personas con posturas radicales, no entre el común de la gente. Los enfrentamientos eran entre grupos armados, que eran grupos clandestinos”, dice.

Además de realizar actividades, el café de Home For Cooperation está abierto entre semana para quien quiera acercarse a trabajar o juntarse con amigos.
Ese espíritu conciliatorio parece ser el que se vive en ese café que se encuentra en “tierra de nadie”, como dice Hayriye. E incluso trabajan para que aquellos que nacieron luego de la división o que aún tengan sentimientos contra la otra comunidad puedan salvar esas diferencias.

La biblioteca en The Home Café tiene un espacio para el «Asunto chipriota».
En el lugar hay una pequeña biblioteca con textos en turco, griego y en inglés. Una de las secciones dice “Cyprus Issue” («Asunto chipriota”, en inglés), como un eufemismo para referirse a lo innombrable: la división de la isla. “Las discusiones de política en el café no están prohibidas, pero preferimos hablar de otros temas”, dice Hayriye.
La fiesta en la que se encuentran Giorgios y Yususf es un evento organizado por Home For Cooperation junto a los movimientos LGBT de ambos lados de la isla. El tema de la división no es el principal temática de las charlas pero tarde o temprano es algo que viene a la conversación, y la curiosidad sobre lo que pasa del otro lado de la Línea Verde trae preguntas que buscan una respuesta. Son las mismas preguntas que tienen todos los chipriotas frente a una posible reunificación.

Al entrar a Chipre a través de Chipre del Norte, en la calle Ledra se puede leer un cartel que dice «PAZ».
“Creo que vamos a tener mucho trabajo para hacer en caso de que haya una reunificación. Si dicen que hay reunificación y tenemos paz, entonces viene de nuevo el tema de hacer que las personas se conozcan los unos a los otros. Porque creemos que la paz es más que firmar un papel. Incluso si los líderes dicen «Ahora tenemos paz, Chipre está reunificado», no es algo que va a pasar de la noche a la mañana”, dice Hayriye. A pesar de ello, se encuentra positiva frente a una eventual reunificación. “Ojalá”, responde ante la pregunta de si ve viable una solución. Después de todo es para lo que trabaja desde la organización, y su experiencia le demuestra que, entre chipriotas, no hay diferencia que un café no pueda resolver.
Qué artículo más interesante! Saber de la existencia de personas como Hayriye y su familia , que viven en medio de un contexto político, militar, económico y social tan complicado y con ánimos de unir dos comunidades es alimento para mí corazón. Aún hay esperanza! Gracias Leandro por acercarnos esta historia ! Un abrazo!
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