Historia del Café Turco

café turcoLa historia del café turco es la historia del café en sí. Ese capuccino que tanto te gusta, el café de Starbucks con el que esnobeás y hasta el Nescafé que te tomás en las mañanas no se explicarían sin la existencia del café turco. Porque a pesar de que es una de las bebidas/drogas más consumidas del mundo, la gente hace 500 años vivía sin él.

El café en sí se sabe que viene Etiopía, presumiblemente de la región de Kaffa, donde la gente usaba los frutos del arbusto cafeto para quedarse despiertos y llenos de energías por las noches (cualquier con similitud con la cocaína es pura coincidencia). La droga se popularizó pronto en la zona -todavía no la habían descubierto en Ibiza- y se expandió por la península arábica. Fue en Yemen que los sufíes comenzaron a usar estos frutos con fines religiosos, para no dormirse en los largos rituales de danza y meditaciones.

A pesar de que no está tan claro cómo llegó el café hasta Yemen, se puede decir que no fue hasta la invención del café turco que se empezó a expandir como la bebida que conocemos hoy. Fue la llegada al corazón del Imperio Otomano lo que transformó al café en una bebida popular. Se sabe que llegó en el siglo 16 a Estambul, aunque hay dos versiones de los hechos.

La llegada del café a Turquía

La primera dice que el café llegó de la mano de dos sirios llamados Hakam de Aleppo y Shams de Damasco. En ese entonces no tenían tanto interés por cruzar a Grecia en balsa porque de última no tenía sentido, pero sí tenían ambiciones empresariales y cada uno de ellos abrió su propio café en Estambul. Lo que estaban tratando de hacer era imitar las populares tiendas que ya existían en Yemen.

Café de Estambul
Turquitos consumiendo todo tipo de estupefacientes en un café en Estambul en el siglo XIX. Fuente: turkkahvesidernegi.org

La historia alternativa dice que la llegada del café al Imperio Otomano fue gracias al gobernador otomano en Yemen Özdemir Paşa, que cuando fue a Estambul llevó consigo la encantadora bebida que había descubierto en el país árabe y que lo había enamorado: el café. Según esta versión, fue dentro del palacio otomano que se inventó una nueva forma de preparar los granos de café: primero se tostaban, luego se molían y por último se calentaban con agua lentamente sobre carbón, en una jarra especial (llamada «cezve»). Y ahí fue que nació el café turco.

El nacimiento del «café turco» y su expansión

La bebida le gustó tanto al sultán que le dio el sello real de aprobación y el café turco se empezó a popularizar dentro de los palacios y cortes otomanas. Incluso se creó la figura oficial del «hacedor de café», que era uno de los puestos en la corte. Los hacedores de café tenían su propia jerarquía interna y el de mayor rango, el Pablo Escobar del Imperio Otomano, era una de las personas de más confianza del sultán. Además de ser quien le preparaba el café, esta individuo tenía que ser de los más leales al sultán ya que debía saber guardar sus secretos.

Tavla Turquia
Otomanos jugando a la tavla (backgammon) en un café en 1875. La imagen hoy en día no es muy diferente. Fuente: turkkahvesidernegi.org

Después de que la bebida encontró adictos en los altos mandos del imperio otomano, rápidamente se popularizó en las clases altas y de ahí al pueblo, que por supuesto abrazó con felicidad la llegada de la droga del momento. Los cafés se multiplicaron por todo Estambul y a lo largo y ancho del imperio, especialmente en Anatolia, el actual territorio de Turquía.

Pero sin violencia no hay Narcos. Por eso en el siglo 16 y 17, los cafés fueron prohibidos en varias ocasiones por orden del sultán. Las penas por tomar café eran tan severas que si encontraban a una persona culpable de tomar café, podían llegar a meterla en una bolsa de cuero cerrada y tirarla al río más cercano como castigo. ¿Por qué se intentó prohibir esta droga? Porque los lugares donde se servía el café se transformaron en centros sociales en que los artistas y los intelectuales de la época se juntaban a discutir ideas políticas. Además la gente pasaba más tiempo charlando y bebiendo, y pasaba menos tiempo produciendo y vendiendo, y para el poder eso generaba caos social. Al final, más caos generó la falta de café, que con las protestas del pueblo le terminó ganando al sultán y se transformó en una las tradiciones más importantes de los turcos.

De esa bebida tan importante nacieron varios mitos y simbolismos, como la costumbre de leer el futuro con la borra del café. En su época también tuvo un importante rol de género en la sociedad otomana: las mujeres socializaban mientras preparaban el café y los hombres mientras lo tomaban. Pero el café no era solo para los hombres. Las mujeres podían solicitar el divorcio si sus maridos no les proporcionaban una taza de café diaria. También por esa época fue que nació el lokum, las «delicias turcas», una de las primeras golosinas que tenían el objetivo de hacer más llevadera la amargura del café.

Harem Café turco
Mujer en un harem preparando café turco, usando los últimos zapatos a la moda. Fuente: turkkahvesidernegi.org

De Estambul a Europa, y de Europa al Mundo

Europa recibió el café turco por primera vez a través de Venecia, que en aquel entonces era una república independiente, media alcahueta del Papa, y el principal puerto de toda Europa. En 1615 los mercantes vénetos quedaron encantados con la bebida que descubrieron en Estambul, en 1645 abrieron la primera cafetería y al poco tiempo ya tenían a una nación gobernada por la cafeína.

A los pocos años el café turco llegó también a Francia a través del puerto de Marsella y en 1669 el emperador otomano le regaló al ególatra de Luis XIV una bolsa de granos de café. De a poco la bebida se fue haciendo popular entre los franceses. En 1686 abrió el primer café de Paris, que como no podía ser de otra manera fue más que bien recibido por todos los intelectuales y artistas de la época que, al igual que sus homólogos turcos, estaban ávidos por consumir cualquier tipo de estupefacientes.

Por esos años, luego del segundo sitio a la ciudad de Viena que realizaron las tropas otomanas, los austríacos descubrieron que entre las provisiones que dejaron atrás los turcos se encontraban bolsas con unos granos extraños. Descubrieron que se trataba de una bebida, la empezaron a consumir y al poco tiempo cayeron bajo los efectos de tan preciada droga. También fue por esto que los vieneses empezaron a tomar el café con panes hechos con formas de medialuna (AKA: croissants) como broma por la medialuna islámica que caracterizaba a las tropas otomanas.

Postal de café turco
Antigua postal de Estambul que ilustraba los cafés de la capital otomana. Fuente: turkkahvesidernegi.org

Con el café plantado a lo largo y ancho de toda Europa, no demoró en llegar al resto del mundo: Ámsterdam, Londres y Estados Unidos fueron sus próximos destinos y el café empezó a tomar nuevas formas y maneras de prepararse. Lo curioso está en que América Latina, que hoy produce más de la mitad del café del mundo, fue uno de los últimos lugares del mundo en conocer esta mágica infusión.

En el año 2013 la Unesco denominó al café turco como «patrimonio intangible de la humanidad», por la historia y la tradición que representa. Historia y tradición que el amigo traductor de la Unesco no supo respetar, ya que tradujo al café turco como «café a la turca«. Hoy el café turco se toma principalmente en Turquía y los Balcanes. También se puede conseguir en Grecia como «café griego», ya que el nacionalismo y sentimiento anti-turco que gobernó el país en los años 70 le cambió el nombre, y en varios países árabes también se prepara de una forma similar aunque el gusto varía. Lo cierto es que el café turco es el padre de todos los cafés. Igual a mí, dejame con mi mocca.

* * *

Si quieren saber más sobre el café turco, pueden leer este otro artículo que explica cómo prepararlo.

5 Respuestas a “Historia del Café Turco

  1. Pingback: Cómo Preparar Café Turco: una guía paso a paso | Ahí viajé·

  2. Pingback: Cómo hacer café turco: preparación paso a paso | Ahí viajé·

  3. Pingback: Estambul, Turquía, marzo de 2018 | Cuando la vida es un viaje...y viajar nos da vida·

Deja un comentario